Existen condiciones atmosféricas para que una tragedia como la del huracán Katrina, que hace cinco años arrasó Nueva Orleáns, la ciudad del jazz, se repita, advierten estudios de la NASA.
De nada vale el pánico colectivo ante un desastre natural como ése.
Sin embargo, si las hipótesis sobre la relación entre los gases de efecto invernadero con el calentamiento global y los desastres naturales son acertadas, los gobiernos del mundo tienen mucho por hacer para reducir las emisiones de esos gases. También los individuos y la industria.
Las temperaturas en los océanos en este 2010 se parecen a las que prevalecían en 2005, el año del azote de Katrina. Eso significa que están dadas las condiciones para que se registren huracanes intensos, afirma Carlos Gay González, director del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM (PICC). "Ha habido un aumento de huracanes más intensos, aunque el número de huracanes no se ha modificado", explica.
Katrina ha sido, hasta el momento, el peor desastre de su tipo en Estados Unidos, con un saldo oficial de más de mil 800 muertos, las mayores pérdidas económicas por un fenómeno natural y más de 5 millones de personas afectadas en los tres estados que tocó, según el grupo de asesoría comunitaria para el huracán Katrina de la Universidad de Harvard.
El meteoro evidenció la vulnerabilidad de los gobiernos ante las contingencias ambientales. Incluso el de Estados Unidos, el país más poderoso del mundo.
El 29 de agosto de 2005, Katrina tocó los estados de Louisiana, Mississippi y Alabama. La ciudad más afectada fue Nueva Orleáns, que quedó destruida en 80%. El dique que contenía al río Mississippi no resistió la presión de las aguas e inundó de manera pronunciada las zonas más marginales de la ciudad. La segregación racial apareció en el mapa de la catástrofe. El desastre mostró que Nueva Orleáns es una ciudad mal planeada.
"Es sencillo hacer un mapa de vulnerabilidad ante fenómenos naturales; basta saber en dónde se concentra la pobreza", señala Carlos Gay González, coordinador del PICC. Prevenir es el principal objetivo de los estudios sobre el cambio climático, no sólo para disminuir el calentamiento global provocado por los gases de efecto invernadero, lo cual podría estar relacionado con estos siniestros, sino para tomar las precauciones necesarias en el diseño de ciudades y contar con planes de adaptación ante los cambios de temperatura. Porque además, advierte, "esperamos es que este tipo de eventos catastróficos sean más frecuentes en el futuro".
Nuevo Orleáns continúa en proceso de reconstrucción. La organización UNITY, que se dedica a brindar casa y servicios a los desamparados en esta ciudad, afirma que todavía hay personas que no tienen dónde vivir o que lo hacen en condiciones deplorables, a raíz del huracán.
Más de 3 mil edificios continúan abandonados. La cifra de personas "en situación de calle ha aumentado el doble desde Katrina, a pesar de que sólo 80% de la población ha regresado a vivir a Nueva Orleáns", advierte el grupo.
La clave, prevenir
De ahí la importancia de la prevención.
"Si nos vuelve a dar otro katrinazo será porque no prevenimos lo suficiente. Podemos achacarle parte de esto a la naturaleza que estamos afectando, pero no hay excusa por parte de la autoridad para que digan que no sabían las consecuencias", asegura Carlos Gay.
Amanda lleva siete años trabajando como subdirectora de reservaciones del centro de atención telefónica más grande de American Airlines. Conoce de sobra historias de viajeros que se topan sorpresiva y desafortunadamente con los embates de la naturaleza.
Tratándose de catástrofes naturales, ninguna aerolínea se hace responsable de los gastos generados por la cancelación de vuelos. "Hemos tenido casos en que los pasajeros se quedan varados hasta 15 días. En caso de desastre natural no podemos respaldarnos con otra aerolínea, todas las compañías estamos en la misma situación. Los aeropuertos cierra1n", explica.
La industria aérea tiene su parte negra. Los aviones producen principalmente óxidos de nitrógeno, compuestos volátiles de metano y monóxido de carbono. Según estudios realizados por el gobierno británico, el sector aéreo tiene un alto impacto en el deterioro ambiental.
Así como abordar un avión contribuye a la contaminación ambiental y, por tanto, al calentamiento global, existen múltiples actividades de la vida moderna que dañan el medio ambiente.
Pero, ¿quién puede planear frente a la furia de la naturaleza? ¿Quién puede controlar el riesgo frente a lo impredecible?
Una cultura de cuidado al medio ambiente puede ayudar a prevenir que estos desastres se intensifiquen.
México es responsable del 1.5% de las emisiones de dióxido de carbono, convirtiéndose en el emisor mundial número 13, según los informes presentados en la Cumbre de Copenhague contra el Calentamiento Global de 2009.
Sin embargo, de acuerdo con la encuesta global de Regus Business Tracker, realizada por Grupo Regus y difundida en junio de este año, apenas un 10% de las compañías mexicanas monitorean sus huellas de carbono.
México, país vulnerable
Hasta hace cinco años, las investigaciones en calentamiento global en México se realizaban solamente con recursos extranjeros, dice Carlos Gay. "El interés y los recursos por parte del gobierno han venido aumentando, pero esto no quiere decir que sean suficientes", añade. También en materia de cuidado ambiental existe un marco legal, pero no se respeta.
La comunidad científica advirtió sobre la vulnerabilidad de México desde 1997, en el estudio de París entregado a la Convención Marco. Los riesgos de los que se habló desde entonces son: aumento de temperaturas y de los niveles del mar, sequías, deterioro de la biodiversidad y de la cubierta vegetal. Esto ha tenido repercusiones en la producción agrícola, ganadera y en la pesca. Los diagnósticos generales existen. No obstante, según Carlos Gay, no hay estudios para poder determinar la escala regional, estatal y local de los fenómenos y, por tanto, las posibles formas de aminorar o prevenir las consecuencias. Hacen falta científicos especialistas y recursos económicos.
La adaptación a los cada vez más frecuentes e intensos fenómenos naturales es obligatoria para el ser humano. Cómo hacerlo puede marcar la diferencia: si en solitario, con la comunidad más cercana, o si se cuenta con ayuda del Estado para dirigir las acciones colectivas. Esta última opción implica tener una política de Estado que tome en cuenta los riesgos relacionados con los desastres naturales.
Hasta ahora, en las negociaciones mundiales ni los países desarrollados ni los que están en vías de desarrollo han mostrado voluntad para reducir la producción de gases de efecto invernadero. Lo que prevalece es el miedo. En este escenario, Carlos Gay advierte: "Si la gente cae en el pánico se paraliza. El miedo debe ser a no hacer nada. Podemos tener pánico sobre el tema, pero sólo para que nos haga actuar sobre políticos y funcionarios para que hagan algo".
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