En la cúspide de las estaciones a fines de mayo, el verano austral dio paso al invierno, y algo inusual sucedió en Lima, la capital de Perú. ¡Llovió! Aunque quizás esta afirmación debe matizarse. Hubo una precipitación, una llovizna muy delgada, lo suficiente para dejar una mancha de humedad en el pavimento.
Yo estaba parado en una barrera de concreto sobre el Río Rímac, que abastece a la ciudad con cuatro quintas partes de su agua, en compañía de un ingeniero llamado Oscar Sánchez, un veterano de 30 años de la autoridad estatal del agua, SEDAPAL. Cerca, estaba un grupo de escolares perfectamente uniformados aprendiendo cómo el flujo del Rímac se maneja en la gigantesca planta de tratamiento de agua de la ciudad, La Atarjea, donde se eliminan los residuos sólidos, filtran, cloran, etc. Sánchez asintió con la cabeza según los niños le hacían preguntas. “La gente tiene que empezar a aprender de donde proviene el agua y cuan escasa es aquí. No es sólo cuestión de abrir el grifo”, dijo.
Lima recibe menos de la mitad de una pulgada de precipitación en un año, me dijo. La mayor parte de esto viene en forma de garúa, una bruma densa que envuelve la ya poco atractiva ciudad por los próximos seis meses en una oscuridad húmeda y gris. Pero esto es sólo el comienzo de las rarezas del clima peruano y su importancia mundial.
La fuente de la garúa es la Corriente de Humboldt, un poderoso flujo de agua fría que se mueve desde la Antártida hasta el borde occidental de América del Sur. Cuando el aire caliente proveniente del trópico se encuentra con esta corriente, el resultado es una capa de vapor de agua. Cada pocos años, a intervalos impredecibles, la Corriente de Humboldt invierte su dirección, el llamado fenómeno El Niño Oscilación del Sur, o ENSO en inglés. (El Niño es el nombre que los pescadores peruanos le han dado pues a menudo este cambio se produce alrededor de la Navidad.) Al invertirse los patrones climáticos, ocasionan efectos devastadores como: piscinas de agua cálida en el océano, el desierto costero de Perú se inunda por lluvias torrenciales y las tierras altas normalmente húmedas son azotadas por la sequía. Para complicar más las cosas, un fenómeno relacionado, llamado La Niña, convierte la corriente marina en anormalmente fría, y cuando esto sucede, la aridez de la costa aumenta, mientras que en la sierra la lluvia y la nieve se hacen más intensas.
El impacto de estos eventos turbulentos no es sólo local. La aparición de El Niño en Perú afecta la intensidad de los monzones de Asia y de los huracanes en el Atlántico, así como a la lluvia en lugares tan distantes como Australia, el Tíbet y el Valle del Nilo. Algunos científicos creen que los ciclos de El Niño explican los “siete años de abundancia” y los “siete años de hambre” en el Génesis. El entender a El Niño, en otras palabras, y en particular las pruebas milenarias en los glaciares del Perú e interpretadas por un científico estadounidense llamado Lonnie Thompson, nos da una visión única sobre el pasado, presente y probablemente el futuro de nuestro clima global.
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