Un estudio elaborado por un
grupo internacional de expertos ha calculado por primera vez de forma global la
velocidad del cambio climático. Los datos muestran, entre otras cosas, que
tanto en tierra como en el mar, la primavera se adelanta dos días cada 10 años
y que las especies, además de desplazarse “continuamente” utilizan otras
técnicas para adaptarse.
Una investigación en la que
han participado científicos de todo el mundo ha medido el ritmo al que se está
produciendo el cambio climático global y cómo estas variaciones afectan al
rango de distribución de las especies y a la llegada de las estaciones.
El trabajo, publicado esta
semana en Science, analiza los regímenes térmicos y muestra que se desplazan
hacia latitudes más altas 27 kilómetros cada diez años. “Este hecho se refleja
en la variación en la distribución de las especies”, explica Carlos Duarte,
investigador del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA,
CSIC-UIB). También añade que la señal térmica que marca el comienzo de la
estación primaveral se adelanta unos dos días cada diez años, tanto en los
continentes como en los océanos.
En ecosistemas terrestres, el
calentamiento se ha producido tres veces más rápido que en los océanos, lo que
ha obligado a sus poblaciones a cambiar su distribución continuamente para
mantenerse en el mismo régimen térmico. Además de desplazarse, las especies han
modificado el momento de la reproducción o la puesta de huevos.
Sobre los océanos, los
científicos han trazado los mapas de todas estas transformaciones y han
observado que las áreas donde las especies están más afectadas son también las
más ricas en biodiversidad. El mayor impacto se produce en torno al ecuador,
donde existen puntos calientes de biodiversidad marina. La rapidez del cambio
climático en estas zonas supera los 200 kilómetros por decenio.
“Cuando la velocidad del
cambio climático supera la velocidad de dispersión de los organismos, o cuando
existen barreras que la impiden, las especies solo pueden adaptarse o
extinguirse”, agrega Duarte.
En sus continuas ‘mudanzas’
hacia climas más propicios, algunas especies marinas encuentran esas barreras.
Mike Burrows, de la Asociación Escocesa de Ciencias Marinas y coordinador del
estudio, señala que “asumimos que las poblaciones simplemente necesitan moverse
para escapar al cambio climático, pero en el océano las rutas de escape son más
complejas y a veces inexistentes”.
Johnna Holding, investigadora
en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados de Baleares, explica el
problema de algunas especies “como las del Mediterráneo, que no pueden
desplazarse hacia el norte porque el mar está cerrado por Europa o las del
Ártico, que no tienen sitios más fríos a los que migrar”.
El estudio, que ha medido los
cambios térmicos a partir del análisis de las temperaturas superficiales
globales de los últimos 50 años, forma parte de un programa internacional para
evaluar los impactos del cambio climático sobre los ecosistemas marinos. Está
financiado por el Centro Nacional de Síntesis y Análisis Ecológicos, de la
National Science Foundation y la Universidad de California en Santa Bárbara (EE
UU).
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