Bien se sabe que la deforestación
es una de las causas que contribuyen al calentamiento global, así como las
actividades agroindustriales y extractivas que realiza el hombre y la
explotación intensiva de las fuentes fósiles de energía (carbón y petróleo).
Con ello se genera una mayor
contaminación, liberación y concentración de los gases de efecto invernadero; o
sea, de dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y clorofluorocarbonos,
entre otros, con incrementos en la temperatura ambiental y otras nocivas
consecuencias para la salud de las personas y la sostenibilidad ambiental.
La reciente XVII Cumbre de la ONU sobre Cambio
Climático, desarrollada en Durban,Sudáfrica, del 23 de noviembre al 9 de
diciembre, independientemente de sus resultados, reafirma la creciente amenaza
que representa el calentamiento global y la imperiosa necesidad de que los
países asuman sus responsabilidades ambientales ante tan delicada problemática.
Los efectos más notorios se perciben en la elevación de la temperatura; en
variaciones en el régimen de lluvias, que se han vuelto más intensas con las
consecuentes inundaciones y prolongadas sequías; y en la intensificación de
enfermedades tropicales en zonas urbanas, como el dengue y la leishmaniasis,
anteriormente típicas de los montes y bosques. La “tropicalización” de estas enfermedades
ha sido por causas directas de la deforestación incontrolada, que ha provocado
cambios en el hábitat de la biodiversidad, incluyendo a los insectos
trasmisores de enfermedades, que han tenido que desplazarse a regiones más
propicias para su crecimiento y desarrollo.
DEFORESTACIÓN
La deforestación es un proceso de
destrucción de los recursos forestales causado por la acción del hombre,
principalmente con fines de lucro, a partir de la tala y corte de árboles
(desmonte), acompañados o no de la quema, bien para aprovechar la madera o
habilitar nuevas tierras para agricultura y ganadería. De todos modos, sin un
plan de manejo forestal responsable y racional, las consecuencias son nefastas
para el hábitat animal y humano: ocurre una pérdida de la diversidad biológica
terrestre, habiendo especies que se extinguen definitivamente; se favorece la
erosión y degradación de los suelos y la aparición de superficies improductivas
acompañadas o no de desertificación.
A lo anterior hay que sumarle la
liberación a la atmósfera de los gases de efecto invernadero (GEI), cuya
concentración se eleva aumentando los efectos negativos del cambio climático y
perjudicando finalmente el bienestar de las personas, flora y fauna.
Por otra parte, el desinterés en
la reforestación y el incumplimiento de las leyes ambientales y forestales
vigentes contribuyen a esta situación.
CAMBIO CLIMÁTICO
De acuerdo con la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), “la temperatura media de la superficie terrestre ha
subido en más de 0,6 ºC desde los últimos años del siglo XIX. Se prevé que
aumente de nuevo entre 1,4 °C y 5,8 °C para el año 2100, lo que representa un
cambio rápido y profundo”. Además, el Índice Anual de Gases de Efecto
Invernadero, de la National Oceanographic and Atmospheric Administration de los
Estados Unidos de Norteamérica, va en aumento, siendo de 1,29 el último dato.
Esto significa que los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera han
aumentado un 29 % desde el año 1990.
Entonces, se comprueba que el
clima global es alterado por la acción del hombre, que así se enfrenta a un
conflicto: por un lado, el empleo de la tecnología y biotecnología en la
producción agropecuaria, junto a la explotación intensiva de los recursos
naturales y forestales, para lograr mayores beneficios económicos y una mayor
productividad ante la creciente población del planeta. Por el otro, el desequilibrio
ambiental que provoca con una mayor contaminación de recursos naturales y del
medio; la pérdida de suelos y recursos forestales, con sus consecuencias de
desastres naturales, sequías, inundaciones, “tropicalización” de enfermedades y
otros. Estas consecuencias están estudiadas y resultan factibles de minimizar
por parte de los países. Pero es aquí que los intereses económicos y
estratégicos de los países en el corto plazo priman sobre las responsabilidades
y estrategias sostenibles a asumir, en el medio y largo plazos. Y es entonces
que las cumbres, como la última señalada, no logran los resultados y acuerdos
que muchos esperarían en términos de medidas y estrategias para limitar el
calentamiento global.
CONCLUSIÓN
Hoy en día, la humanidad enfrenta
el reto de aplicar estrategias sostenibles para mitigar el calentamiento global
y sus efectos. Aquí se incluyen: aplicar políticas energéticas que promuevan el
empleo de energías renovables limpias en zonas urbanas y rurales como
alternativa a los combustibles fósiles; reforestar y preservar los parques
nacionales y zonas de bosques; cuidar los recursos naturales y forestales
presentes; aplicar prácticas agronómicas sostenibles de producción
agropecuaria; mejorar la eficiencia en la emisión de gases del parque automotor,
uno de los responsables de los GEI; educar a la población en el cuidado del
medio y de los árboles. De este modo, tal vez las generaciones futuras también
podrán disfrutar de los recursos naturales, condiciones y calidad de vida hoy
existentes.
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