La Organización Mundial de la
Salud afirma que el polen es más agresivo. Afecta más a los menores de 30 años.
Es común verlas lagrimear y
restregarse los ojos con las manos en un intento por calmar la picazón. Tanto,
que terminan con los ojos enrojecidos o inflamados. Éstas son algunas
manifestaciones que sufren las personas que padecen un recrudecimiento de la
alergia ocular o conjuntivitis alérgica al llegar cada primavera. Pero, en esto
últimos años, el picor parece ser más molesto para ellas gracias al cambio
climático.
Según la Organización Mundial
de la Salud, este factor ambiental ha contribuido a profundizar ese tipo de
cuadros porque produce un polen más agresivo. La misma entidad estima que un
cuarto de la población mundial sufre alergias oculares por este motivo. Y en
particular, los menores de 30 años.
El Instituto Zaldívar informa
sobre un panorama más local del problema en su página web y dice: “En
adolescentes y en niños, la incidencia está siendo incluso mayor: alcanza a
afectar a un 30% de la población. De ahí la importancia de conocer bien los
síntomas y poder diagnosticar la enfermedad para evitar las principales
consecuencias en este grupo etario, tales como el trastorno del sueño o incluso
el ausentismo escolar”.
Pero, ¿qué es la alergia?
Se trata de un proceso o
reacción inflamatoria exagerada del sistema de defensa del organismo ante
diferentes agentes externos o también llamados alérgenos, a los que la mayoría
de la población no produciría respuesta alguna. Esto significa que el sistema inmunitario
está actuando de manera desproporcionada y con un nivel de alerta muy alto ante
pequeños estímulos totalmente inofensivos para el resto de las personas.
Julián Schvartzberg,
especialista en cirugía plástica ocular, desde Buenos Aires explicó que “las
recomendaciones principales cuando se inicia un tratamiento se basan en evitar
el contacto con el alérgeno, lo cual desafortunadamente no siempre es sencillo.
Los principales agentes que provocan o empeoran un cuadro alérgico son el
polvo, el polen de las plantas, los agentes químicos, el humo del cigarrillo,
los gases de la combustión de hidrocarburos, el pelo de los animales domésticos
y algunos alimentos, entre otros”
Según el médico, el
tratamiento debe iniciarse “en forma conjunta entre el oftalmólogo
especializado y el inmunólogo, quienes realizarán los estudios de diagnóstico
para determinar el tipo y el grado de afección, y las diferentes pautas de
tratamiento y prevención. Los tratamientos principales se basan en el uso de
agentes antihistamínicos o antiinflamatorios locales, sistémicos o combinados.
Pueden ser de gran ayuda la aplicación de paños fríos y los lavados de los ojos
con solución fisiológica fría”.
También, en ciertas ocasiones,
la aplicación de colirios de esteroides suaves es un buen complemento, aunque
se debe tener especial cuidado debido a los efectos adversos que éstos pueden
producir a nivel ocular. El tratamiento en la mayoría de los casos alivia los
síntomas. Sin embargo, la condición tiende a reaparecer si continúa la exposición
al agente irritante.
Otro tipo de alergias
A los mendocinos nos encanta
ir al mar durante las vacaciones de verano y, por eso, lo común es alquilar
departamentos o casas que están la mayor parte del tiempo cerradas. Esas casas
suelen tener –aun estando limpias– gran presencia de humedad, ácaros y hongos.
“Eso hace que chicos alérgicos
cuando están de vacaciones empiecen a sufrir la exacerbación de sus síntomas.
Es ahí cuando las mamás se asustan y consultan pensando que el problema tal vez
sean el mar o la playa”, refirió el médico Jorge Máspero, especialista en
alergia e inmunología, director de la Fundación Centro de Investigación de
Enfermedades Alérgicas y Respiratorias (Cidea).
Pero, además de lo que ocurre
en los lugares costeros, más allá de la playa e inclusive para aquellos que no
pisan la arena, el verano también puede generar problemas debido a otro
alérgeno: los insectos que proliferan en esa época favorecidos por el calor.
Por lo general, las picaduras
de insectos, que generan dos tipos de reacciones, las locales exageradas y las
anafilácticas, no suelen tener mayor gravedad salvo en el segundo caso, cuando
debido a un mecanismo sistémico, ante la picadura de una hormiga, avispa o
abeja, el paciente puede reaccionar haciendo un shock.
“En cambio, en los casos más
leves, cuando lo que se produce es una reacción local exagerada, aparecen
ronchas que si bien pueden ser grandes y dolorosas no presentan mayor riesgo.
Esto es lo que suele pasar, por ejemplo, ante picaduras de mosquitos”, aclaró
el especialista.
“También existe la posibilidad
de que se desarrolle la urticaria por frío que se produce cuando en un día de
mucho calor una persona se expone durante un tiempo al agua excesivamente
fría”, agregó Máspero.
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