Colonia,- Un grupo de niños juega entre el barro y la suciedad. El hedor en este colegio de un pueblo del suroeste de Pakistán hace difícil respirar. Y es que aún se siente la fuerza destructora de las inundaciones del pasado agosto.
El bebé Miftu Aliye, en Etiopía, tiene otro problema: una angustiosa sed. Su madre, Masho Mohammed, espera diariamente con su bidón de plástico la llegada del camión con agua potable. Sin estos preciados litros, tendría que caminar durante horas por terrenos con animales salvajes para conseguir agua que dar a su bebé.
Según la agencia de Naciones Unidas para la infancia, Unicef, las inundaciones, sequías, terremotos o ciclones afectan en un 90 por ciento a la población ya de por sí necesitada en países en desarrollo o emergentes. Pero la peor parte es para los niños.
"Los extremos se han vuelto horribles", dice el empleado de Unicef en Nairobi Michael Klaus. El cambio climático afecta sin piedad a Etiopía, Somalia, Kenia, parte de Uganda y Yibuti, señala. "Las fases de sequía cada vez son más largas y duras. Actualmente, en el Cuerno de África 8,4 millones de personas se ven afectados por la sequía". Y sus consecuencias pueden ser mortales, sobre todo para los niños y jóvenes malnutridos y débiles. Los supervivientes tampoco tienen buenas perspectivas.
"Los niños enferman, tienen diarreas, no pueden ir al colegio y dependen de la ayuda de emergencia. Hay generaciones enteras que sólo conocen las carencias", cuenta Klaus. "Debemos invertir sobre todo en que los niños tengan la oportunidad de poder llevar un día una vida normal". Los éxitos logrados contra la mortalidad infantil, mediante la alimentación, la sanidad y la educación, deben defenderse más allá de la ayuda de emergencia, con prevención ante las catástrofes. "No podemos parar el calentamiento de la Tierra, pero sí mejorar las condiciones locales para poder hacerle frente".
Unicef sostiene que al menos 100 millones de niños se ven afectados cada año por catástrofes naturales relacionadas con el clima. Y la tendencia es al alza: pronto serán 175 millones de niños, señala el informe presentado hoy sobre "La situación de los niños en las zonas de crisis 2011", que analiza 32 países y regiones en África y Asia.
No sólo las organizaciones humanitarias se muestran alarmadas: "Los niños son los que más sufren. Su situación es en muchos países especialmente preocupante, por decirlo con cuidado", señala el experto en clima Mojib Latif. "Es difícil cuantificar la proporción de las catástrofes naturales que dependen del clima. Pero es seguro que en las próximas décadas esta aumentará masivamente", añade el experto.
Según Unicef, en el Cuerno de África, la región del Sahel, Pakistán, Afganistán o Haití, varias generaciones viven "en permanente estado de emergencia". "La respuesta necesaria al cambio climático es la inversión, a tiempo, en la capacidad de resistencia de los niños más pobres y sus comunidades", opina por su parte Jürgen Heraeus, presidente de Unicef Alemania. Es necesario engranar mejor la ayuda de emergencia y el trabajo de desarrollo. Ejemplos positivos son Bangladesh o Vietnam. Estos países sufren con frecuencia inundaciones, por lo que a decenas de miles de niños se les enseña a nadar. En Myanmar, un país donde abundan los ciclones, los colegios se construyen para hacer frente a este tipo de fenómenos.
Sin embargo, muchos expertos lamentan que sólo se preste atención cuando se producen grandes catástrofes repentinas como terremotos o tsunamis. Los fenómenos más lentos, como la erosión del terreno o las sequías, no suelen estar en el foco público. Y por eso, en algunos países como Bolivia vuelve a aumentar la mortalidad infantil. En Vietnam, Nepal y Mozambique cada vez más bebés llegan al mundo con un peso insuficiente a causa de estos fenómenos poco visibles, como documenta Unicef.
El experto en clima Latif sostiene que "lo mejor y más fácil sería no esperar hasta que llegue la próxima catástrofe, sino prevenir. Construir de forma resistente a terremotos, lograr una mayor protección ante las inundaciones." Una importante conferencia internacional que arrancará mañana en Ginebra y girará en torno a la prevención de catástrofes debería llamar la atención sobre la urgencia del problema, señala. "Los ejemplos de Pakistán o Haití ponen de manifiesto que sólo entonces miramos hacia allí, pero luego nos olvidamos rápido."
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