Las serias dudas sobre el calentamiento de origen antropogénico empañan la cumbre de Copenhague
La revelación de una batería de comunicaciones internas entre científicos de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia, en Estados Unidos, ha desencadenado un verdadero escándalo de proporción mundial. Esta Universidad es uno de los principales centros de divulgación de las posturas catastrofistas y antropogénicas, científicas o no, del mundo, pero ha pasado a convertirse en un ejemplo de prácticas muy poco universitarias.
De los correos intervenidos se desprende que se han eliminado pruebas materiales contrarias a las tesis del IPCC -el panel de la ONU sobre el cambio climático-, que se ha impedido publicar a científicos de los llamados escépticos, y que se ha presionado a medios de comunicación críticos con las posturas oficiales y se ha pedido a los árbitros evaluadores de artículos antes de su publicación (la llamada Peer Review) que rechazaran los textos propuestos por científicos discrepantes. También se han destruido archivos de datos de estaciones medidoras de temperaturas cuyos resultados no apoyaban las tesis catastrofistas, se han maquillado y manipulado cifras para ajustarlas a las teorías del IPCC, ya sea para reducir la temperatura media del océano, para cambiar el período de referencia en un índice de temperatura global, o para pedir que no se publique la divergencia en la temperatura media entre océanos y superficie terrestre para no dar soporte a teorías sobre islas de calor de los centros urbanos. Igualmente, se ha ocultado una investigación que arroja un ligero enfriamiento del planeta, o se propugnan trucos para que las temperaturas sean más elevadas, o se insta a contener la temperatura del ¿Período Cálido Medieval¿ (naturalmente de origen no antropogénico).
En fin, aunque sólo ha aparecido la punta del iceberg de este caso de corrupción climática, el escándalo no ha hecho más que reforzar la posición de los académicos escépticos en su lucha por mantener abierto el debate científico sobre este asunto crucial.
El problema al que se enfrentan los científicos que han disfrutado de fondos para investigación mil veces superiores a los de los críticos es que si sus tesis se demuestran falsas tendrán que afrontar un ridículo colosal, y toda su producción escrita, incluso la de calidad, será puesta en duda. En el caso de los escépticos, la cuestión es diferente, pues ellos se han limitado a demandar que se profundizara en las investigaciones sobre un calentamiento global de origen antropogénico que no estaba claramente demostrado, y a cuyo amparo están adoptándose políticas y decisiones con un fuerte impacto económico, tanto en términos de gasto como de eventual freno al desarrollo industrial de muchos países. Los científicos oficiales y sus terminales mediáticas, que en España son todos los medios de comunicación -de derechas, de izquierdas o mediopensionistas- con la modesta excepción de Actualidad Económica, han rehuido permanentemente ese debate público.
Está demostrado que las principales afirmaciones en las que se basaban los políticos de la ONU para controlar la economía mundial, los recursos naturales o la población, a base de fuertes impuestos sobre empresas y personas individuales, tenían cimientos de barro. A estas alturas puede afirmarse, por ejemplo, que cambio climático ha existido siempre. El calentamiento global se ha venido produciendo desde el final de la ¿Pequeña Edad del Hielo¿, hace más de un siglo. En la última centuria, la subida de las temperaturas ha sido del orden de 0,7ºC . Durante los últimos once años, a pesar de la subida del CO2, las temperaturas se han mantenido estables ó ligeramente a la baja, contrariamente a lo que predecían los modelos del IPCC. También se puede asegurar que no está demostrado que el CO2 cause el aumento de las temperaturas.
Muchos científicos afirman que el incremento de las temperaturas precede a la subida de los niveles de carbono. Por otra parte, el CO2 no es un gas contaminante sino un producto natural de la respiración de seres humanos y plantas, y responsable directo de los aumentos de producción agrícola en el mundo y, por tanto, de la reducción del hambre. Este gas puede ser responsable del 30% de una supuesta subida de las temperaturas pero su influencia decrece conforme se elevan las concentraciones de CO2 en la atmósfera. Existen además otros gases como el metano, producto de la ganadería mundial, que también tienen gran influencia. Y lo que también está claro es que, además del CO2 o el metano, los responsables de un teórico calentamiento global pueden ser: el cambio en el eje de giro de la tierra, las tormentas solares, el vapor de agua, las corrientes marinas del Pacífico y el Atlántico, etcétera. Curiosamente, de todos estos posibles elementos el único que puede ser controlado por ese organismo de la ONU, tan antidemocrático como la propia organización, es el CO2, ya que a través de impuestos y de planificación económica se pueden asignar y dirigir los recursos financieros a espaldas de la libertad individual, de la libertad de empresa y del libre mercado.
Es preciso que se abra el debate sobre las verdades y las mentiras del cambio climático antes de que el daño que se produzca a la humanidad en la magna reunión de Copenhague sea difícilmente reparable.
La revelación de una batería de comunicaciones internas entre científicos de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad de East Anglia, en Estados Unidos, ha desencadenado un verdadero escándalo de proporción mundial. Esta Universidad es uno de los principales centros de divulgación de las posturas catastrofistas y antropogénicas, científicas o no, del mundo, pero ha pasado a convertirse en un ejemplo de prácticas muy poco universitarias.
De los correos intervenidos se desprende que se han eliminado pruebas materiales contrarias a las tesis del IPCC -el panel de la ONU sobre el cambio climático-, que se ha impedido publicar a científicos de los llamados escépticos, y que se ha presionado a medios de comunicación críticos con las posturas oficiales y se ha pedido a los árbitros evaluadores de artículos antes de su publicación (la llamada Peer Review) que rechazaran los textos propuestos por científicos discrepantes. También se han destruido archivos de datos de estaciones medidoras de temperaturas cuyos resultados no apoyaban las tesis catastrofistas, se han maquillado y manipulado cifras para ajustarlas a las teorías del IPCC, ya sea para reducir la temperatura media del océano, para cambiar el período de referencia en un índice de temperatura global, o para pedir que no se publique la divergencia en la temperatura media entre océanos y superficie terrestre para no dar soporte a teorías sobre islas de calor de los centros urbanos. Igualmente, se ha ocultado una investigación que arroja un ligero enfriamiento del planeta, o se propugnan trucos para que las temperaturas sean más elevadas, o se insta a contener la temperatura del ¿Período Cálido Medieval¿ (naturalmente de origen no antropogénico).
En fin, aunque sólo ha aparecido la punta del iceberg de este caso de corrupción climática, el escándalo no ha hecho más que reforzar la posición de los académicos escépticos en su lucha por mantener abierto el debate científico sobre este asunto crucial.
El problema al que se enfrentan los científicos que han disfrutado de fondos para investigación mil veces superiores a los de los críticos es que si sus tesis se demuestran falsas tendrán que afrontar un ridículo colosal, y toda su producción escrita, incluso la de calidad, será puesta en duda. En el caso de los escépticos, la cuestión es diferente, pues ellos se han limitado a demandar que se profundizara en las investigaciones sobre un calentamiento global de origen antropogénico que no estaba claramente demostrado, y a cuyo amparo están adoptándose políticas y decisiones con un fuerte impacto económico, tanto en términos de gasto como de eventual freno al desarrollo industrial de muchos países. Los científicos oficiales y sus terminales mediáticas, que en España son todos los medios de comunicación -de derechas, de izquierdas o mediopensionistas- con la modesta excepción de Actualidad Económica, han rehuido permanentemente ese debate público.
Está demostrado que las principales afirmaciones en las que se basaban los políticos de la ONU para controlar la economía mundial, los recursos naturales o la población, a base de fuertes impuestos sobre empresas y personas individuales, tenían cimientos de barro. A estas alturas puede afirmarse, por ejemplo, que cambio climático ha existido siempre. El calentamiento global se ha venido produciendo desde el final de la ¿Pequeña Edad del Hielo¿, hace más de un siglo. En la última centuria, la subida de las temperaturas ha sido del orden de 0,7ºC . Durante los últimos once años, a pesar de la subida del CO2, las temperaturas se han mantenido estables ó ligeramente a la baja, contrariamente a lo que predecían los modelos del IPCC. También se puede asegurar que no está demostrado que el CO2 cause el aumento de las temperaturas.
Muchos científicos afirman que el incremento de las temperaturas precede a la subida de los niveles de carbono. Por otra parte, el CO2 no es un gas contaminante sino un producto natural de la respiración de seres humanos y plantas, y responsable directo de los aumentos de producción agrícola en el mundo y, por tanto, de la reducción del hambre. Este gas puede ser responsable del 30% de una supuesta subida de las temperaturas pero su influencia decrece conforme se elevan las concentraciones de CO2 en la atmósfera. Existen además otros gases como el metano, producto de la ganadería mundial, que también tienen gran influencia. Y lo que también está claro es que, además del CO2 o el metano, los responsables de un teórico calentamiento global pueden ser: el cambio en el eje de giro de la tierra, las tormentas solares, el vapor de agua, las corrientes marinas del Pacífico y el Atlántico, etcétera. Curiosamente, de todos estos posibles elementos el único que puede ser controlado por ese organismo de la ONU, tan antidemocrático como la propia organización, es el CO2, ya que a través de impuestos y de planificación económica se pueden asignar y dirigir los recursos financieros a espaldas de la libertad individual, de la libertad de empresa y del libre mercado.
Es preciso que se abra el debate sobre las verdades y las mentiras del cambio climático antes de que el daño que se produzca a la humanidad en la magna reunión de Copenhague sea difícilmente reparable.
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