Voy a hacerle una pregunta. Bueno, varias. ¿La existencia del cambio climático le afecta al sueño? ¿Alteran las consecuencias del calentamiento global su vida cotidiana? ¿Elige a sus dirigentes en función de las medidas de mitigación y adaptación al fenómeno en sus programas electorales? ¿Ha modificado sus hábitos de consumo para contribuir a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera?
La mía, evidentemente no es una encuesta en estricto sentido, pero sí la que ha realizado la Fundación Mapfre con una muestra de 1.295 personas de todos los puntos de España. El resultado es que a seis de cada diez ciudadanos (59 por ciento) se muestra indiferente frente al cambio climático. Al menos, hay otro 30 por ciento que está preocupado por el calentamiento global y un 9 por ciento que se siente comprometido con las medidas para atajar el problema. Eso sí, también existe un 2 por ciento que ni se lo cree.
A la vista de los datos cuantitativos, la conclusión de los expertos es: no hay escepticismo militante ante el cambio climático, que no acaba de convertirse en un problema relevante, significativo y movilizador para buena parte de la población. Por eso, el gran reto de las políticas públicas y de la comunicación ambiental radica, según los autores del informe, en conseguir el desplazamiento de los desafectos hacia posiciones sociales más comprometidas y, sobre todo, activas y beligerantes contra el calentamiento global, tanto en la esfera individual como en la colectiva.
La cosa ha ido a peor en los últimos años y está claro por qué. La crisis económica y su impacto en la sociedad española focalizan la atención de la población y otras preocupaciones, como la pérdida de confianza en la clase política, tampoco ayudan demasiado. A lo mejor, también tiene que ver el hecho de que un 59,1 por ciento de los encuestados se siente “poco” o “nada informados” sobre las consecuencias del cambio climático.
Como consecuencia, la implicación o participación en actividades y dinámicas públicas de lucha contra la alteración del clima por parte de los ciudadanos españoles es minoritaria. De hecho, el comportamiento más ‘popular’, participar en alguna campaña de ahorro energético, apenas dicen practicarlo un dos por ciento de los consultados.
Al menos, los españoles sí reconocen algunos de sus hábitos como protectores del medio ambiente, en especial apagar las luces y aparatos eléctricos cuando no se usan (81,8 por ciento); reciclar el vidrio y papel (65 por ciento) y acortar el tiempo de la ducha para ahorrar energía y agua (67 por ciento). Además, seis de cada diez encuestados utiliza bombillas de bajo consumo y compra electrodomésticos que consumen menos energía, y casi uno de cada dos lleva sus propias bolsas a la hora de hacer la compra.
Además, lo que no se cuestiona es la existencia del cambio climático. Ocho de cada diez españoles lo considera una realidad provocada en mayor o menor medida por causas humanas. Los primeros responsables son las industrias (86,3%), los gobiernos (81,9%) y la Unión Europea (73,6%).
Y en fin, pese a que no lo consideran una preocupación acuciante, en general la mayoría de la sociedad española ve necesarias y se muestra dispuesta a apoyar y a asumir las acciones que emprendan las administraciones para luchar contra el calentamiento global. Algo loable si se tiene en cuenta que la percepción de los riesgos del cambio climático alcanza las tasas más bajas cuando se pregunta acerca del impacto sobre uno mismo o las generaciones actuales. ¿Solidaridad con las generaciones futuras?
No hay comentarios:
Publicar un comentario