WASHINGTON—Vinod Thomas, experto en “tempestades”, advierte desde hace años sobre los crecientes daños que inundaciones, sequías y terremotos, entre otros, están causando. Es hora de hacer algo, afirma
En los últimos seis años, Vinod Thomas ha sido un atento observador de “aves de tempestades”. Desde sus oficinas, en un acristalado edificio que alberga la Dirección del Grupo Independiente de Evaluación (IEG) —un sitio desde donde se vigilan y transparentan muchas de las acciones y proyectos del Banco Mundial—, este hombre de apacible apariencia es un meticuloso observador del caos.
Un estudioso de las estadísticas de destrucción, de los análisis de tendencias y de las rutas que deja tras de sí el caprichoso deambular de los desastres naturales en todos los confines del planeta. Así es Thomas.
Desde su observatorio, el experto confiesa su preocupación por el cúmulo de advertencias y señales que la naturaleza se ha encargado de sembrar en medio de un debate fútil sobre las dudas y certezas que siguen acompañando al fenómeno del calentamiento global. Para Thomas, este debate resulta a todas luces irrelevante cuando en naciones como Haití, Chile, China o en Japón la tragedia se ha hecho presente y cuando todos los indicadores arrojan preocupantes indicios de desastres como las sequías o las inundaciones que amenazan el futuro de muchos países, México incluido.
“Hoy resulta a todas luces incontrovertible que las catástrofes naturales, su intensidad y los daños causados reaparecen y aumentan cada cinco años. Pero las catástrofes que más han ido al alza son las que llegan con las inundaciones y los huracanes que están relacionados, más que nada, con el cambio climático”, asegura Thomas, mientras baraja un puñado de hojas con las estadísticas de un fenómeno que ha llegado de la mano del calentamiento global. “Hoy, el daño que dejan tras de sí estas catástrofes representa una parte importante del Producto Nacional Bruto (PNB). Y una de las lecciones que hemos aprendido es que, a la hora de hablar de las proyecciones de crecimiento, las catástrofes se han convertido en un componente central del análisis en los planes de crecimiento, particularmente en países donde este tipo de fenómenos son hoy de carácter regular”, añadió Thomas.
Urgen planes de emergencia
Con una trayectoria de más de 30 años en organismos multilaterales, Thomas ha sido testigo del creciente protagonismo de las catástrofes naturales en la agenda del Banco Mundial.
Su voz de alarma se ha convertido en una constante, en un recordatorio sobre la necesidad de adoptar planes y protocolos de emergencia, a pesar de aquellos que rechazan sus propuestas y lo critican por considerar que, con sus llamadas de atención, este funcionario del IEG sólo ha contribuido a alimentar el fantasma del Apocalipsis en el imaginario colectivo.
A quienes consideran que este tipo de argumentos suenan un poco exagerados, “sólo les diría que el año 2010 ha sido el peor en la década en cuanto a desastres naturales. Tan sólo en ese año se produjeron más de 370 desastres en los que perdieron la vida más de 300 mil personas”, dijo Thomas con las últimas estadísticas en la mano.
“Pero, además —prosiguió—, más de 200 millones de personas se vieron afectados y las pérdidas directas ascendieron a poco más de 110 mil millones de dólares. Estamos ante hechos, no especulaciones. Y todas las proyecciones, que se han realizado con base en datos y hechos y no en maquinaciones, siguen apuntando a un alza en las inundaciones y en las tormentas ocasionadas por el cambio climático”, enfatizó, al mencionar a países como México, Brasil o Colombia en la lista de los candidatos a sufrir las consecuencias de estas catástrofes.
“Por fortuna”, dijo Thomas, “México es uno de los países que hoy lideran el movimiento contra el calentamiento global. De hecho, durante la reciente crisis económica, México fue una de las naciones que apostó por invertir en la economía verde o ecológica junto con Corea del Sur, Alemania o China”. Thomas, experto en el desarrollo sustentable y apasionado de la biodiversidad, considera que una de las buenas noticias en medio de este preocupante ambiente de caos y cataclismo que augura el fenómeno del calentamiento global, fue la pasada cumbre de Cancún sobre el cambio climático.
“Creo que el gobierno de México se merece una felicitación por haber conseguido logros que, aunque modestos, nadie creía siquiera posibles unos días antes de la cumbre en Cancún”, consideró Thomas.
Aunque no hubo consenso sobre la necesidad de ratificar el Tratado de Kioto (que expira en 2012 y que obliga a casi 40 países desarrollados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero), los “Acuerdos de Cancún”, fueron capaces de generar un modesto paquete de acciones para hacer frente al calentamiento global.
“Si tenemos en cuenta que el previo encuentro de Copenhague fue realmente decepcionante, porque no consiguió ir a ninguna parte, y que en Cancún las expectativas no eran muy altas, creo que lo logrado por México es altamente positivo, porque sentó las bases para poder seguir adelante y para avanzar en los acuerdos” necesarios y que se discutirán en la próxima cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático en Durban, Sudáfrica (COP 17), en diciembre próximo.
“Creo que el gobierno de México logró sentar las bases para seguir adelante en esta lucha contra el calentamiento global”, sentenció.
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