15 feb 2011

Desastres perjudicaron en 40% la producción agrícola

La seguridad alimenticia del país está en serio riesgo por diversas causas, entre ellas, los desastres naturales. La situación en este momento es alarmante. Primero una sequía que afectó a varias regiones productoras del país, luego inundaciones, riadas, granizadas, desbordes de ríos, deslizamiento de tierras y otros daños, tanto en el área rural como en las ciudades. Se trata de fenómenos recurrentes que cada año movilizan al Gobierno central y a los Gobiernos departamentales para desarrollar acciones de emergencia que apenas logran mitigar en algo el sufrimiento de alguna gente, pero que no preven soluciones integrales.

El Presidente Evo Morales, respondiendo a la preocupación expresada por las regiones más afectadas realizó el pasado fin de semana un sobrevuelo por el trópico cochabambino y parte del oriente, para ver la magnitud del desastre que ocasionaron las intensas lluvias, inundaciones y riadas registradas desde hace varios días. Asimismo, el Jefe de Estado está recibiendo los informes de Defensa Civil, para determinar las medidas de emergencia. Hasta el momento se estima que unas 6.500 familias se han visto afectadas por los desastres naturales, y el riesgo de mayores daños es, desgraciadamente, previsible.

Según la magnitud, el Órgano Ejecutivo podría declarar estado de emergencia y autorizar el desembolso de recursos rápidos para auxiliar a los damnificados.

Lo lamentable de toda esta situación es que se trata de fenómenos cíclicos que todos los años se producen. No se trata de que esté lloviendo más o menos que otros años, sino de que el país no está preparado ni toma las previsiones elementales.

Nuestro país está desprovisto de un sistema de emergencia y mecanismos de prevención, tanto para actuar oportunamente cuando se producen desastres, como en las medidas de anticipación de estas situaciones. En este momento las inundaciones en el oriente y el Chapare, pueden ser temas del día, pero seguramente en las próximas horas serán Beni, Pando u otros lugares. Es lo previsible.

Los mecanismos de emergencia son precarios, y sin los medios adecuados ni la planificación y preparación anticipada, resulta insuficiente todo el esfuerzo y sacrificio que muchas veces han demostrado los grupos de voluntarios y los organismos de alerta. Lo cierto es que el Estado no tiene cómo llegar al lugar de un siniestro con prontitud y medios adecuados.

Un país como el nuestro, con una geografía complicada que va desde los llanos orientales hasta los escarpados picos de la Cordillera de Los Andes, pasando por valles, cañadas, caudalosos ríos en los que casi no se distingue la otra orilla, y selvas todavía vírgenes, y con grandes extensiones incomunicadas, no puede resignarse a esperar las emergencias en forma pasiva. Es necesario contar con instituciones capaces de prevenir y actuar con anticipación en los hechos previsibles, como son los desastres cíclicos de la época de lluvia, y disponer de equipos de reacción inmediata en casos de desastres imprevisibles, y disponer de medios materiales y tecnológicos modernos.

La imprevisión frente a situaciones de emergencia, precisamente es la que está ocasionando la escasez de alimentos en el país. Recordemos que ya el año 2009, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) advirtió que Bolivia perdió su producción agrícola entre el 35 y 40% debido a los fenómenos naturales, particularmente la sequía.

Desde entonces, durante los últimos tres años, las inundaciones han arrasado cultivos en el valle de Cochabamba, en el oriente, en el sur del país, especialmente en el Chaco y también en el Altiplano. Pero lejos de trabajar en soluciones con perspectivas sostenibles, el país se limitó a auxiliar a damnificados con paliativos. Peor aún, se adoptaron algunas medidas económicas imprudentes desalentando la producción al impedir las exportaciones y fomentar las importaciones de alimentos.

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