Los recientes eventos naturales asociados al clima han dejado en Bolivia un saldo de 14 mil familias afectadas, 52 muertes, decenas de miles de cabezas de ganado a punto de perecer bajo el agua y miles de hectáreas de cultivos perdidas por anegación o granizadas. Las noticias son alarmantes y los medios reportan cada vez más problemas.
Lo cierto es que los fenómenos climáticos regionales —como La Niña y El Niño— acentuados por el calentamiento del planeta, están dejando a su paso cada vez más pérdidas, drama y dolor.
La gravedad del problema exige una pronta y eficiente respuesta traducida en estrategias de adaptación y mitigación al cambio climático, emergentes de políticas públicas concebidas para ello. Resulta urgente comprender la magnitud de los impactos del cambio climático a mediano y largo plazo.
Necesitamos saber qué tan vulnerables somos ante estos impactos, empezando por consensuar la adopción de conceptos pertinentes de vulnerabilidad adecuados a diferentes contextos. Ya se ha empezado a trabajar en ello, el Gobierno y diversas instituciones enfocan sus esfuerzos en la temática; pero aún falta consolidar un andamiaje mucho más sólido cuya fuerza cohesiva sea nuestra conciencia colectiva.
Mientras tanto, es urgente empezar a trabajar con los recursos y capacidades existentes de manera efectiva. Los avances logrados en esta materia y la simple lógica nos permiten afirmar que el modo más sensato de hacer frente al cambio climático es concebir estrategias creativas para enfrentar los desafíos energéticos alimentarios y productivos en armonía con el medio ambiente.
Sin necesidad de hilar muy fino, aquí van algunos ejemplos: los bosques son reguladores del ciclo hidrológico y el clima, ¿no deberíamos conservarlos y restaurarlos en vez de destruirlos? Nuestra vida depende de fuentes de agua superficiales o subterráneas, ¿no deberíamos evitar su contaminación y aprovecharlas de modo racional? En las tierras bajas nos venimos adaptando a las cíclicas inundaciones, ¿vamos a dejar que represas hidroeléctricas obstruyan el drenaje natural de nuestra Amazonia? Muchos asentamientos humanos se localizan en zonas con altos riesgos de eventos naturales forzados por el clima, ¿cuándo incluiremos el componente climático en los planes de ordenamiento territorial y haremos uso de éstos?
El mensaje que nos da el clima está implícito: ¡Necesitamos reaccionar, valorar y cuidar nuestro patrimonio natural con más ímpetu y voluntad que nunca! Es un paso inicial que debemos dar antes que llegue el río y se lleve las buenas intenciones.
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