Tanto el Tornado como el huracán son expresiones furiosas de la fuerza del viento; pero si ambos son igualmente destructores, actúan en muy distinta forma sobre el área que recorren en su marcha.
El tornado adopta una forma visible, como de un gigantesco embudo en vertiginoso y ondulante movimiento, cuya tremenda fuerza aspirante arranca de cuajo árboles y casas, y arrastra personas y animales, que eleva a centenares de metros.
El polvo aspirado por el remolino gigantesco, también llamado tromba, le da esa tonalidad oscura que permite verlo aproximarse y seguir su destructora trayectoria. El tornado corre a una velocidad que puede llegar a más de 500 kilómetros por hora; deja a su paso una faja de ruinas y de muerte de unos 400 metros de anchura.
El huracán, en cambio, es un ciclón en cuyo transcurso el viento se precipita a una velocidad de 120 a 180 kilómetros por hora, y durante cuyo avance puede cubrir un frente de 700 a 800 kilómetros; en la extensión afectada es frecuente la destrucción de viviendas, sembradíos y arbolados.
En las regiones costeras, el mar es precipitado por el huracán contra la costa, con los daños consiguientes para escolleras, murallones, embarcaciones, y a veces también para las casas de las cercanías. (Tornados y huracanes).
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