La mayoría de las centrales nucleares están situadas en las costas porque necesitan grandes cantidades de agua que garanticen la refrigeración Esto provoca que sean mas vulnerables al cambio climático y los desastres nucleares. Asimismo, ríos y lagos, acarrean grandes problemas ecológicos.
Todos los generadores de energía, incluidas las centrales de carbón y gas, requieren grandes cantidades de agua, pero la energía nuclear aun mas. El agua ayuda en el proceso de refrigeración. Por eso, las sitúan a lo largo de las costas. Sin embrago, a causa del cambio climático el nivel de los océanos se esta elevando y los desastres naturales como maremotos, huracanes… están resultando mas frecuentes. En consecuencia, los reactores costeros se exponen a problemas como los sucedidos en Fukushima. Otro ejemplo esta en la costa británica. En 1992 el huracán Andreu causo daños en la central nuclear de Turkey Point, aunque no llegó a afectar en su funcionamiento.
El dilema de la energía nuclear es que necesita grandes cantidades de agua en un mundo donde la escasez de agua dulce es una amenaza internacional cada vez mayor. La disponibilidad de este bien, es la primera de las consideraciones que se tienen en cuenta cuando se construyen centrales, así como las fallas geológicas o la proximidad de ciudades. “Dos quintas partes de la población mundial vive a menos de 100 kilómetros de las costas por lo que no resulta fácil encontrar emplazamientos costeros adecuados para iniciar la aplicación de un programa de energía nuclear”, explica Mariano Ruiz, ecologista. Aun así, las centrales nucleares siguen subsistiendo gracias a las subvenciones estatales.
Las enormes cantidades de agua local que consumen estas centrales pasan a ser corrientes de agua caliente, que bombean a los ríos, los lagos y los océanos Tierra adentro, los suministros de agua pueden ser más vulnerables a las olas de calor, las inundaciones, los cambios de temperatura y los fallos en presas.
Al fin y al cabo, al cambio climático. Temperaturas muy altas pueden matar a los peces y el resto de la vida de un río, pero además pueden reducir el suministro de líquido para la energía de las plantas. Durante la ola de calor de 2003, Francia detuvo las operaciones de 17 reactores nucleares por el rápido aumento de las temperaturas de los ríos y lagos. En 2006 se desconecto el reactor de Santa Maria, en España, por mas de una semana a causa de las altas temperaturas en el río Ebro. Estas circunstancias fruto del clima, impidieron a las industrias nucleares suministrar la energía necesaria a Europa, que creó una demanda máxima de electricidad por el uso masivo del aire acondicionado. Las centrales nucleares ubicadas junto al mar no afrontan problemas similares en situaciones de calor, pues el agua de los océanos no se calienta con la misma rapidez que lagos y ríos Ademas, al contar con agua de mar, no provocan escasez de agua dulce. Sin embrago, como se ha demostrado en Japón, las centrales nucleares en costas afrontan un peligro mas grave al recibir un impacto directo.
La ONU confirma que hay motivos para que el pánico nuclear se extienda por el mundo. Lo acontecido en Japón ha afectado a las centrales nucleares de muchos países. Hasta el punto de que el atractivo nuclear ha disminuido considerablemente en Occidente. Antes del accidente de la planta Fukushima existían iniciativas para construir 60 plantas nuevas, 40 de ellas en Asia y diez en Rusia. China tenía una meta ambiciosa que consistía en construir 27 plantas nuevas que se añadirían a las 13 ya existentes. En América latina, el desarrollo nuclear es modesto. Cuenta con tres plantas en Brasil, tres en México y dos en la Argentina. Todos estos proyectos se han quedado en castillos en el aire. La evaluación final del reciente accidente en Fukushima no ha concluido aún, pero es previsible anticipar que, por el peso de la opinión pública, se establezcan normas más rigurosas y se reduzca la expansión de la energía nuclear. Sin embargo, si atendemos a lo sucedido en 1979 en la Central de Three Mile Island (Estados Unidos) o la fusión de Chernobil en 1986, se observa que después de aquellos accidentes los defensores de la energía nuclear acabaran volviendo a la carga.
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