En el 2040, el cambio
climático provocará que Costa Rica tenga dos veranos y dos inviernos y, además,
incrementará el riesgo de inundaciones y sequías en diversos sectores del país.
Así lo advierte un estudio
elaborado por el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) y el Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el cual fue presentado ayer.
De acuerdo con la
investigación, ese año meteorológico arrancaría con una estación seca entre
enero y abril, seguiría con un corto período de lluvias en mayo, luego tendría
como novedad un segundo verano entre junio y agosto, y acabaría con aguaceros a
partir de setiembre.
El informe también señala que
las costas costarricenses se verán sometidas a climas extremos durante ese año
y urge a tomar acciones para enfrentar una eventual falta de agua en cantones
como San José y Parrita.
Dicha situación ocurría debido
a variaciones en el patrón de lluvias y a un aumento de la temperatura, lo cual
ocasionaría una disminución de las precipitaciones entre junio y agosto.
A dicha conclusión llegaron
los investigadores tras analizar la tendencia en los registros históricos del
país y en simulaciones de 20 modelos globales que utilizan diferentes
escenarios de emisiones de carbono, las cuales causan el cambio climático.
“Estamos dándole a la sociedad
costarricense una serie de instrumentos de planificación para la adaptación al
cambio climático y este es el momento oportuno”, comentó Juan Carlos Fallas,
director del IMN.
Pacífico y Caribe. El fenómeno
impactará de manera diferente a las dos vertientes del país.
Mientras los meses de junio a
agosto será soleado en el Pacífico con una reducción del 15% en las lluvias,
las precipitaciones en el Caribe aumentarían entre el 35 y 75% en el mismo
período.
“La intensificación de los
vientos alisios durante el trimestre junio-agosto explicaría el aumento de
precipitación en el Caribe y la disminución en el Pacífico.
“Los vientos soplan del
norte-noreste, dejando la humedad en la cordillera de Talamanca y la Volcánica
Central. El viento seco pasa hacia el Pacífico, impidiendo que penetren los
vientos húmedos del suroeste”, destaca el estudio.
Asimismo, el informe dice que
otro elemento de cambio es la disminución en la frecuencia de frentes fríos
durante los meses de noviembre a febrero, la cual sería el factor responsable
de la caída de las precipitaciones en el Caribe.
A raíz de esto, los climas más
extremos afectarían el golfo de Papagayo y la península de Santa Elena en el
escenario seco, así como Limón en el escenario lluvioso.
Consecuencias. Este análisis
de riesgo contempló tanto las amenazas como las vulnerabilidades.
En este sentido, cantones que
carecen de infraestructura, servicios y condiciones humanas son más propensos a
sufrir los embates de los climas extremos.
Cantones como Limón, Matina,
Guácimo y Pococí podrían sufrir inundaciones mientras que Parrita, León Cortés,
Dota y Tarrazú tendrían un alto riesgo de sequía.
Según Luiza Carvalho, del
PNUD, el efecto del cambio climático ya se percibe en el país. Hoy, cantones
como Upala, Los Chiles y Guatuso van a vivir sequías e inundaciones en un mismo
año.
Frente a este panorama, los
investigadores advierten que la disponibilidad de recurso hídrico para consumo
humano y riesgo agrícola resultará clave.
“Los indicadores de potencial
hídrico y densidad de población son los que empeoran su registro hacia el 2030.
Es básicamente un problema de crecimiento demográfico, concentración
residencial y disminución del potencial hídrico”, señala el informe.
En ese sentido, Roberto
Villalobos, coordinador del proyecto, sostuvo que se requiere invertir en
mejoras de infraestructura, servicios y condiciones humanas de los cantones con
mayores dificultades para adaptarse al cambio climático.
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