20 dic 2010

Presa de Cantarrana salvó de inundaciones a un millón de personas


La obra de alta ingeniería, construida en el sur de Bogotá en 2007, contiene al río Tunjuelo.

Cuando medio país sufre los estragos del invierno más violento de la historia y el Gobierno pone en marcha un plan para reconstruir las zonas devastadas, más de un millón de personas del sur de Bogotá le dan gracias a Dios porque la tragedia, en esta ocasión, no tocó sus puertas.

Se trata de una fortuna con nombre propio. Se llama la presa de Cantarrana, una monumental obra construida en Usme por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, a un costo de 49 mil millones de pesos y con una función clara: contener la tradicional furia del río Tunjuelo, cuando su cauce aumenta por culpa de las lluvias.

Durante décadas, las imágenes se repetían en los meses de abril y diciembre y llenaban titulares en los periódicos: personas y viviendas quedaban sepultadas en Tunjuelito, Ciudad Bolívar, Kennedy, Bosa y Usme, en las temporadas invernales. Los damnificados vivían en 42 barrios y se contaban por miles. Con el agua al cuello, dormían hasta en las iglesias.

'Lo mejor que tenemos'

En los últimos tres años las cosas han cambiado, gracias no sólo a Cantarrana sino a un paquete de obras del Acueducto, que incluyen un muro mecánicamente estabilizado en los barrios San Benito y Tunjuelito, que costó 1.300 millones de pesos.

Esta especie de fortaleza protege a los vecinos, quienes se enteran ahora de las inundaciones por los noticieros.

Eriberto Guzmán, de 31 años y quien trabaja en las famosas curtiembres de San Benito, recuerda que durante 10 años perdió camas y electrodomésticos. "Uno estaba durmiendo y de un momento a otro sentía el agua ahí, al lado de uno. La cama empezaba a flotar y se armaban como remolinos", relata este padre de cinco hijos, cuya vivienda quedaba justo al lado de la ribera del Tunjuelo, donde vivían unas 500 personas.

¿Cuánto tardaban estas familias en reponerse de una inundación? Guzmán cuenta que, en promedio, la vida volvía a ser la misma en un año.

"Pero después el río se rebotaba al otro año y volvíamos a quedar mal", dice Guzmán, un hombre diestro en su momento para sacar el agua de su casa en baldes. Su amigo de barrio, Diego Pérez, de 23 años, llegó a tenerle auténtico miedo a la lluvia. "Es que el agua asustaba y todos nos afanábamos", señala este habitante de San Benito, un barrio con calles destapadas donde hay que caminar con las manos en las narices, por cuenta de los olores nauseabundos que expulsan las curtiembres.

En el barrio Tunjuelito, el estudiante Joner Camacho, de 30 años, y la ama de casa Graciela Abril, de 45, viven cerca del Parque El Mosco, llamado así por la presencia de mosquitos. Aseguran que el agua les llegaba hasta la cintura y dicen que las calles no ayudaban, pues son empinadas y esto hacía que las corrientes bajaran con más fuerza y colapsaran los alcantarillados. Hoy, hablar de inundaciones es cosa del pasado. Gracias a la inversión del Gobierno, la tragedia, por fortuna, ya se fue de aquí.

Una obra que tuvo muchos enredos

Una millonaria investigación, que comprometería 5.436 millones de pesos, enfrenta el ex gerente del Acueducto Édgar Ruiz, por Cantarrana. La Contraloría investiga obras que, al parecer, no han sido justificadas.

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