3 mar 2011

Cambio climático y crisis alimentaria

Las heladas devastan al campo

Miles de hectáreas de cultivos de maíz, sorgo, frijol y cítricos resintieron los efectos de la ola de frío que azotó al norte de México.

Nos sentamos a la mesa, tomamos un tenedor y probamos una rica comida… sin tomar conciencia plena de todo lo que eso implica: la carne de res viene de Veracruz o de Guanajuato; el animal fue alimentado con maíz de Sonora, Michoacán o Jalisco; las uvas provienen de la Comarca Lagunera (Coahuila, Durango y Zacatecas); las fresas, de Michoacán; el aceite de cártamo, de Sonora o Sinaloa.

La sociedad moderna nos ha liberado de la carga de cultivar, de cosechar e incluso de preparar nuestros alimentos a cambio de sólo pagar por ello. Únicamente hacemos caso cuando los precios suben y las consecuencias son profundas.

Ejemplo de esto son las heladas que recientemente azotaron el norte del país: la onda de frío de las últimas semanas alcanzó temperaturas que no se habían registrado desde hace 50 años en la región y el resultado fue la pérdida total de 50% de las siembras de maíz y daños en 90% del resto, lo cual presiona la oferta del grano, para hacer harina y tortillas.

Crisis mundial

Sin embargo, no se trata de un problema exclusivo de nuestro país, pues de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas (onu) inundaciones y sequías afectan a diferentes partes del mundo y, por ende, los precios de los alimentos muestran aumentos que encarecen el costo de la vida en todo el planeta.

¿El nombre de este problema? Ya lo conocemos: cambio climático.

La onu señala que durante 2010 el cambio climático generó por igual una prolongada sequía en los campos de Rusia que inundaciones en Australia o heladas en Europa.

En su reporte Situación de la economía mundial y perspectivas, que divulgó en enero pasado, la Onu revela que el índice mundial de precios de alimentos recabado por su Fondo para la Agricultura y la Alimentación (fao) alcanzó los 231 puntos, un nivel sin precedente, acelerando la reciente tendencia alcista desde mediados de 2010.

La fao destaca que entre los múltiples factores que provocan ese aumento de precios está la falta de oferta causada por sequías, inundaciones y heladas en áreas importantes de producción, mientras que la demanda (para alimentación y biocombustibles) continúa en alza.

En México, las heladas de hace algunas semanas llevaron a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) a declarar a 16 de los 18 municipios de Sinaloa como zona de desastre.

Mientras, Tamaulipas, Nuevo León, Chihuahua, Zacatecas, Sonora, Durango, Veracruz y San Luis Potosí padecen la peor tragedia de su historia por las heladas, con daños que superan los 45 mil millones de pesos.

José de Jesús Návar Cháidez, especialista en ecosistemas forestales, dice a Vértigo que las variaciones producidas por el cambio climático afectan diversos aspectos del planeta y el desarrollo de este, como por ejemplo los cultivos y actividades agrícolas de los hombres, a consecuencia de las variables meteorológicas inesperadas.

Añade que para planificar la siembra de cultivo deben conocerse todas estas variables para resguardarlos de posibles heladas o granizadas y asegurar precipitaciones medidas, que proporcionen la correcta humectación del suelo, pero el cambio climático hace difícil la tarea de pronosticar con tino estas condiciones atmosféricas.

“Las consecuencias del cambio climático no son homogéneas: así como en algunas regiones el calentamiento produce altas temperaturas, en otras, por el contrario, las temperaturas son mínimas y las heladas sorpresivas”.

Por ende, señala, las siembras de otoño-invierno se retrasan porque las bajas temperaturas y precipitaciones llegan tardías; y lo mismo pasa con las siembras de primavera-verano, donde la falta de precipitaciones hace disminuir la humedad del suelo y las temperaturas bajas se adelantan perjudicando la cosecha a último momento.

Además de esta complicación, el cambio climático modifica la calidad del suelo, haciendo que zonas destinadas a producción se vean inutilizadas o con poca respuesta de cultivo.

Comenta que las prácticas agrícolas se pueden adaptar y deben mejorarse para producir cultivos más adecuados, de acuerdo con los cambios suscitados en determinados ecosistemas. Los efectos del cambio climático, dice, “siempre serán variables y cualquier esquema de acción llevado anteriormente nos dará algunos referentes para realizar nuevas acciones que puedan desarrollar la capacidad de manejar el nuevo ambiente, pensando en los efectos que a futuro puedan producirse”.

Virgilio Bucio Reta, coordinador general de delegaciones de la Sagarpa, señala por su parte que el fenómeno que se presentó a inicios de febrero fue un evento inusual en esa región del país: “Sinaloa es un importante productor agrícola, donde en este ciclo otoño-invierno se siembran 730 mil hectáreas de diversos cultivos. El principal es el maíz blanco: casi 470 mil hectáreas. Hoy, según los reportes de los productores, están afectadas casi 400 mil hectáreas en esa entidad”.

Bucio señala que en promedio la región produce de 4.5 a 4.8 millones de toneladas de maíz que abastecen a los mercados, tanto de consumo humano como a los pecuarios e industrial, respectivamente.

En este ciclo se tenían contratadas poco más de tres millones de toneladas de maíz para consumo humano y lo demás para la industria pecuaria. Ante esta situación, explica, el gobierno federal anunció la creación de un programa de siembra para poder recuperar la capacidad productiva y al mismo tiempo proveer el maíz que ocupamos en el país.

En este contexto Návar Cháidez señala que no se puede revertir la tendencia actual del cambio climático; sin embargo, sí se pueden establecer normas que cuiden nuestro planeta.

Era del hielo

A su vez, Víctor Manuel Velasco, investigador del Instituto de Geofísica de la unam, afirma que este periodo de heladas en diversas partes del mundo podría denominarse como “una mini-era del hielo” que responde a la baja actividad solar, pero también al movimiento planetario.

“Hoy tenemos condiciones muy similares a las de hace aproximadamente 400 años, cuando se registraron los inviernos más crudos que conoce la era moderna”, explica el experto.

“Hablamos del lapso entre 1645 y 1715, que se conoce como el Mínimo de Maunder, etapa en que las manchas solares desaparecieron prácticamente de la superficie del astro rey y en la que nuestro planeta ocupaba una posición muy similar a la que tiene hoy respecto del centro de masa de nuestro Sistema Solar”, indica.

Señala que a la hora de estudiar el cambio climático pocas veces consideran los científicos el lugar preciso que la Tierra ocupa en el Sistema Solar en un momento determinado.

El científico considera que esta “mini-era de hielo durará de 60 a 80 años, lo que nos obliga a replantear nuestra economía, tecnología y ciencia. Debemos pensar en ello hoy para comenzar a prever para el mañana”.

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