10 nov 2010

El centro riosellano amanece inundado y el oleaje destroza el paseo de Santa Marina


Numerosos establecimientos de la villa quedaron anegados y el agua alcanzó el medio metro de altura en algunos puntos
Los grandes troncos de madera que la última riada dejó en la playa «saltaban como palillos» al muro

La borrasca «Becky» se cebó en el oriente asturiano con Ribadesella. Las intensas lluvias de la noche sumadas al cauce del Sella y a la pleamar de las seis de la mañana motivaron que la ría se desbordase y que el agua alcanzase la Gran Vía y otras calles céntricas de la villa riosellana. Alrededor de las 07.00 horas el nivel de la inundación alcanzó casi medio metro en algunos puntos y llenó garajes, restaurantes, bares, comercios y almacenes. «A las seis de la mañana el agua no me entraba en el bar, pero ya lo vi feo», explica Juan Bulnes, del establecimiento La Nansa, situado frente a la rula riosellana. «En media hora subió veinte centímetros y tuvieron que achicar los bomberos», asegura, y recuerda que ya le había entrado agua en el bar en otra ocasión, «pero mucho menos».

A pocos metros, María Jesús Martino se afanaba en limpiar y secar como podía el suelo del restaurante El Campanu. «Llegué a las nueve menos cuarto y vi agua dentro, pero no mucha», comenta esta vecina, que encontró los mayores problemas en el almacén. «Está por debajo, tiene muy poca altura, así que las fregonas no entran y tenemos que sacar toda la mercancía para ver qué se echó a perder», asegura, a la vez que muestra los más de quince centímetros de agua que aún tenía ese cuarto.

Tras el paseo del Muelle, la siguiente vía hacia el centro de la villa es la calle Comercio y en ella tiene Ana María Cortina un almacén. «Aquí entró poco porque tengo un peldaño alto, pero aun así encontré mojado todo el suelo», relata mientras limpia. «Claro que subió el agua otras veces, pero no recuerdo estas calles llenas como hoy», agrega.

El agua continuó hasta la Gran Vía y la plaza del Ayuntamiento, aunque no entró en la Casa Consistorial. Donde sí que encontró camino fue en la Calle Oscura; en el almacén de la carnicería Aramburu alcanzó cuarenta centímetros de nivel, con lo que una gran cantidad de mercancía se vio afectada. «A las siete menos diez empezó a subir y no paró hasta las siete y veinte», comenta Roberto Aramburu, quien explicó que el agua en la Gran Vía a esas horas llegaba «a media pierna». Al otro lado del puente sobre el Sella, en calle de Pin de Pría, se vieron afectados diferentes garajes. «Hace dos años se nos había inundado también, pero lo solucionamos con todos los arreglos de tuberías, desagües y demás», asegura Gerardo García. Este vecino tuvo que esperar a que los bomberos extrajesen el agua de la entrada del garaje para poder abrir el portón y comprobar los desperfectos ocasionados en su vehículo.

En la playa de Santa Marina, el panorama era desolador. El paseo se encontraba cuajado de troncos y árboles enteros que la última riada había bajado hasta el mar y que la fuerza de las olas impulsó. «Troncos de cinco metros saltaban como palillos», explica el alcalde riosellano, Ramón Canal. La marejada destrozó numerosas barandillas y los muros de algunas de las casas de primera línea de playa. Los trabajos de limpieza fueron intensos durante todo el día para prepararse para la pleamar de la tarde, prevista para las 18.24 horas, y se prohibieron la circulación y el estacionamiento de vehículos en el Muelle. Al cierre de esta edición y tras la marea alta, el agua de la ría no se había desbordado y no se habían producido más inundaciones.

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