4 feb 2011

La tormenta perfecta en Cangas

Hoy y mañana se cumplen 39 años del paso por la comarca de uno de los peores temporales de las últimas décadas

El 4 y 5 de febrero de 1972 una profunda borrasca afectó a la mayor parte de Galicia y la comarca de O Morrazo no se salvó de sus efectos y consecuencias. Algunos vecinos recuerdan con gran precisión como a mediodía del 4 de febrero, hace justamente hoy 39 años, un fuerte tornado entró por la Ría de Vigo y causó destrozos en numerosos lugares. Tejados, cobertizos e incluso la tribuna del casi recién estrenado campo del Alondras en Reboredo volaron por los aires. Los daños en las instalaciones deportivas fueron considerables y la reparación ascendió a 648.000 pesetas de la época, lo que constituía una más que considerable cuantía.

“Estábamos en el lugar de O Seixo, en el entorno de Cruz de Castro, descargando material. De repente en la bocana de la ría vimos una gran masa negra que venía hacia tierra. Nos preguntábamos lo que era hasta que un marinero que estaba por allí dijo que era un tornado”. Ángel Villar aún recuerda con precisión la jornada del 4 de febrero de 1972 (un viernes, al igual que hoy), cuando a mediodía él y su compañero José Barreiro vieron acercarse aquel fenómeno. Lo que asegura que era un tornado entró por Liméns, pasó entre Castrelo y Serra Poñente, Cimadevila y en su recorrido se llevó por los aires numerosos tejados e incluso la tribuna del Campo del Morrazo, la entonces nueva sede del Alondras.
“En estas horas amargas que estamos viviendo, mucho agradeceríamos que esa Federación que VD. con tanto acierto preside, tuviera a bien ayudar a este Club, situado, por circunstancias adversas, al borde del caos”, reza la carta que el entonces presidente del club, Antonio Velloso Romero, le escribió a los responsables de la Real Federación Española de Fútbol. No era para menos porque, según el presupuesto elaborado por el aparejador del ayuntamiento, los daños ascendían a más de 648.000 pesetas de la época.
Una de las personas que recuerda con gran precisión todo lo sucedido es el hijo de Ángel Villar, Quique, y que en aquel entonces estaba internado en el San Narciso. “El sábado volvía a casa en autobús y tuvimos bastantes problemas por culpa de las intensas lluvias y de los vientos de fuerza diez”, rememora. Al llegar a Cangas también tiene viva la imagen de como “el mar pasaba por encima del muelle grande y del puerto de pasaje, donde está la marquesina, y el agua llegaba hasta los cristales del comercio de Gandón”. No solo eso, también llegó a la altura de los tejados de las conserveras en la zona de Ojea y en una época en la que no existía el paseo de O Sinal el mar llegó hasta la Casa do Pote. “En Radio Nacional y Radio Vigo había boletines cada cinco minutos, en los que ponían especial énfasis en que a partir de las dos de la tarde no saliésemos de casa”, apunta. En esas circunstancias se optó por cerrar el puerto y suspender el servicio de transporte de ría entre Vigo y la comarca.

Momento cumbre

Sin embargo, su padre desoyó esas advertencias y a las tres de la tarde se dirigió al campo del Morrazo –formaba parte de la directiva del Alondras– porque temía nuevos daños. “Yo me fui detrás y cuando llegamos estaba allí el presidente [Velloso]. Era el momento de mayor intensidad del temporal y creo que afuera había vientos sostenidos de 180 kilómetros por hora. Era tal la virulencia del viento que nosotros, dentro del club, no podíamos escucharnos a pesar de estar solo a un metro de distancia unos de otros”, cuenta Quique Villar.
Cuando por fin amainó aquella tempestad el panorama que había en la calle era desolador: “Casi una zona de guerra y prácticamente el 90% de los tejados había salido volando”. Para ilustrar sus afirmaciones recuerda dos nuevos ejemplos: “La arena de la playa de Rodeira llegó hasta las inmediaciones de la capilla de Espíritu Santo y los eucaliptos de la finca de Andreita [al lado del actual centro de salud] se doblaron hasta tocar suelo”.

Los desperfectos

Los daños y desperfectos fueron cuantiosos en toda la comarca de O Morrazo, y en este sentido a Quique y a su padre no les faltan anécdotas. Y es que Ángel Villar era el propietario de un almacén de suministro de material de construcción, situado en la Avenida de Vigo y que hoy lleva su hijo. “Tuvimos mucha gente que vino a comprar lo que necesitaba para realizar las reparaciones. Durante aquel tiempo tanto nosotros como la de Hernández tuvimos bastante trabajo. Recuerdo incluso a un hombre que bajó desde San Pedro con el carro de bueyes para recoger el material que necesitaba”, relata casi 40 años después Quique Villar.
Los daños de aquella galerna, que también afectaron a otros puntos de la ría de Vigo y de los que al día siguiente se hizo eco FARO en sus páginas, tardaron mucho tiempo en ser reparados, y es sin duda uno de los peores temporales que se recuerda en la comarca en las últimas décadas.

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