20 sept 2010

México- Temblor del 85 cambió reglas de los seguros

Los sismos ocurridos en el año 1985 provocaron que las reglas de operación de los seguros cambiaran, al igual que las normas para la construcción en la ciudad de México, pero eso no incidió en cimentar una cultura ciudadana para adquirir pólizas por desastres naturales, afirmó Luis Álvarez Marcen, director de Daños de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS).

De hecho, informó que alrededor de 4.2% de la población con casa propia tiene contratado de manera voluntaria un seguro para proteger su propiedad.

En el Distrito Federal esa cifra representa poco más de 90 mil viviendas, pues de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en la capital existen actualmente 2 millones 215 mil 451 viviendas.

Sin embargo, la cantidad de inmuebles protegidos aumenta a casi 800 mil por los seguros obligatorios, los cuales ya se encuentran considerados dentro de los créditos hipotecarios.

El especialista comentó que la cifra de seguros aumenta a cerca de 35% debido a que alrededor de 30% de las viviendas incluyen las pólizas al haber adquirido un crédito para casa habitación, pero concluye su vigencia al liquidar la deuda.

En ese porcentaje, también se incluyen, aunque en menor cantidad, los seguros que se ofrecen con servicios en bancos o de las líneas telefónicas.

Explicó que los seguros por catástrofes se adquieren mayormente en los estados costeros, por el riesgo de los huracanes.

En entrevista, Álvarez recordó que a raíz de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985 han habido cambios significativos para las aseguradoras. Por ejemplo, dijo, desde esa fecha comenzó a constituirse una reserva catastrófica, la cual funciona cuando el costo para una aseguradora es superior al de los pagos de las pólizas.

Además, señaló, desde entonces se han utilizado mecanismos para prever daños por sismos, como un simulador de grandes terremotos, que fue patrocinado por el sector asegurador y desarrollado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que funciona al introducir en un sistema de cómputo las características de la vivienda, y éste arroja los porcentajes de destrucción según la eventual magnitud del movimiento telúrico.

El director de Daños de la AMIS dijo que, de igual modo, en aproximadamente año y medio las aseguradoras integrarán un sistema para conocer el daño de contenidos, es decir, los bienes dentro del inmueble, sistema elaborado también por la UNAM.

Pronóstico de daños

Este mecanismo permitirá realizar un pronóstico sobre los daños que podría provocar un sismo en los muebles o maquinaria que se encuentren dentro de los inmuebles.

Álvarez Marcen también habló de los cambios realizados en las normas de construcción, pues a raíz del terremoto de 1985 se tuvo que modificar el reglamento, en una primera ocasión en el año 1987 y con reformas hasta 2005, a fin de garantizar que las edificaciones sean más resistentes.

Señaló que los seguros por desastres evitan a las familias que pierdan sus patrimonios, para lo cual las aseguradoras garantizan el pago de primas a través de un sistema de compensación, ya que si un país no logra cubrir todas las pólizas por el desastre entran los recursos de otras naciones.

Destacó que este sistema se empleó en 2005 con el huracán "Wilma", cuando las aseguradoras desembolsaron 22 mil millones de pesos; las compañías mexicanas cubrieron cerca de 4% de los pagos mediante el esquema de reaseguradoras, y otros países aportaron el 96% restante.

Enfatizó que las entidades no tienen la obligación de contratar seguros por desastres, aunque en la actualidad ya hay algunos estados que han recurrido a esta opción ante los distintos fenómenos climatológicos ocurridos.

En el caso del DF, el gobierno local adquirió una póliza que cubre hasta cuatro catástrofes, con una suma asegurada máxima de 63 millones de pesos, por cada evento. En marzo de este año se ocupó la primera con las más de mil viviendas afectadas por las lluvias atípicas en las delegaciones Venustiano Carranza, Iztapalapa, Gustavo A. Madero e Iztacalco.


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